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sábado, 3 de octubre de 2015

D.T. por un día

Cada nuevo grupo que ingresa a la Universidad posee sus peculiaridades. Un puñado de aspirantes que comienzan una travesía para cumplir su objetivo de ser profesionistas. En este caso: ser arquitectos.
Cada grupo de ellos nos ha traído satisfacciones, retos y lecciones aprendidas, además de recordarnos momentos del pasado donde emprendimos de igual manera retos y proyectos que transformaron nuestra vida como jamás se imaginó.
La empatía nos ha permitido vivir momentos únicos e inexplicables con ellos. Muchos de ellos han sido relatados a través de este espacio a lo largo de los años.
Todo comenzó tal vez con un grupo cuyos integrantes vivieron una íntima y profunda relación de hermandad, que nos legó una lección imprescindible de unión y lealtad. A partir de entonces, abrimos la responsabilidad de la tutoría a grupos completos, cuando solamente estábamos acostumbrados a realizarla con estudiantes en específico.
Hemos aprendido al paso del Tiempo, que cada persona, y, por ende cada grupo de ellas, poseen circunstancias y necesidades particulares que definen las variables de la interacción humana.
Escribimos esta nota para recordar lo que hemos aprendido, y lo que nos ha traído grandes satisfacciones, como profesionista, al igual que como ser humano. Y para agradecer al grupo tutorado en turno.
La idea ni siquiera pasó por mi mente. Todo surgió sobre la marcha, inspirados por la naturaleza del momento. Ser director técnico. Jamás lo hubiera planeado.
Finalmente, la esencia era sólo una: disfrutar el momento.
Estamos acostumbrados a ganar o perder, a estar correctos o equivocados, a hacer las cosas bien o mal, a acertar o cometer errores. Pero jamás somos capaces de ver la esencia, el secreto de las cosas, de la Vida misma: disfrutar todo aquello que emprendemos.
Hacerlo en equipo es doblemente responsable y divertido, porque las metas, ideales y objetivos diversos se unifican en una sola dirección y cometido. En lo personal, no pienso jamás en ganar como última opción. Por lo menos no en el sentido de competición. Para mí, ganar es entablar una comunicación única e inquebrantable con aquellos con quienes se enfrenta el reto.
Ser director técnico por una hora fue indescriptible. Y mirarlos consolidarse como potencial equipo deportivo fue una visión que me ha inspirado. Cada momento vivido deja en mí secuelas, programas, planes, proyectos que, aunque tarden en materializarse, modifican nuestra manera de ver y vivir el mundo.
Gracias por el momento.
El temor a la barba, los bloqueos, los gritos gorilescos, los pasos de baile-disco, y la afirmación de que Cristo está con nosotros, me harán reír por mucho tiempo.
Ha sido una vivencia que jamás se olvidará.
Gracias por eso.

Escucho:
Love me two times / When the Music's over // The Doors

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