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martes, 17 de octubre de 2017

Música en colores

Los primeros acordes de la melodía `Colors´, con la que abre el álbum de Beck (Hansen), me hicieron saber al instante que el disco completo sería de mi agrado.
El único que había podido lograr semejante hazaña era Moby, con dos álbumes: `Play´ y el subsecuente `18´. Era como si ese puñado de melodías fuera algo con lo que ya nos sentíamos identificados, casi en sentido familiar. Vamos, como si el disco hubiera estado con nosotros media vida antes de escucharlo por primera vez, si es que me entienden.
Me hice fan de este chico, Beck, relativamente en tiempos recientes. Hablo de cuando sorprendió al mundo adjudicándose el premio Grammy a mejor álbum del año dos mil catorce.
Ya lo había escuchado antes, muchísimo antes, en aquel lejano dos mil, con el primer sencillo de su proyecto Midnite Vultures, que me pareció por aquel entonces, una bizarra combinación de géneros, incluido el rock & roll y la música electrónica, que sí, llamó mi atención poderosamente.

Pero ya me he parecido hasta aquí a esos escritores de novelas contemporáneas que tardan cinco capítulos en presentar al protagonista de su historia, así que iré al grano.
Colors me ha parecido una obra de arte, un gratísimo golpe de suerte y de talento. No me malinterpreten, Morning phase me pareció (y me parece) un excelente álbum. Dudé al mirarlo imponerse sobre el Girl, de Pharrell Williams, pero al correr a comprarlo y escucharlo de una sola vez (como siempre ocurre un día después de la gala del Grammy, no porque escuche el álbum ganador, sino porque siempre compro antes el que siempre pierde), identifiqué que era un álbum digno de ganar. Maduro, serio, repleto de esa Melancolía que me dominó durante meses, y al que siempre regreso cuando requiero reflexionar profundamente y encontrar una razón existencialista en mi vida.
`Colors´ es irónicamente algo completamente distinto, opuesto, el camino que Beck no debió haber tomado jamás tras grabar Morning phase, y que termina siendo el mejor quizá golpe creativo que ha atestado en los últimos años. Recuerdo aún el caso de Arcade Fire, quien, tras ganar el mismo premio, expresamente la misma categoría con The Suburbs (otro álbum que terminé yendo a comprar, con más velocidad, porque en la tienda de discos local a la que voy sólo arriba un disco de cada hit alternativo, indie, bizarro, ganador del Grammy, o como sea que quieran llamarle), grabara tiempo después el sucesor de semejante logro: Reflektor, que, aún contando con la honorablísima colaboración de Sir David Bowie, no fuera siquiera considerado en la terna de mejor álbum de algo, en el año en turno.
En fin, Colors es un álbum repleto de ese ambiente, entre rock, sintetizadores, cajas de ritmos, guitarras y ambiente electrónico (todo usado con exquisita moderación) que termina sonando a una contemporaneidad increíble, y derrochando un optimismo que cala hasta los huesos más difíciles de roer (vaya, ese chiquillo güero es todo un loquillo).

El tendero de la tienda de discos local, dijo literalmente (entiéndase que uso la referencia como cita, por la imponencia y parsimonia de la ocasión): apenas llegó ayer, y ya se acabó. Comprendiendo que quienes le compran discos, saben de Música y adquieren álbumes que son dignos de escucharse.

Como sea, el álbum lo he escuchado ya tantísimas ocasiones desde que me lo entregaron, que he terminado con él de fondo, la lectura de un pomposo libro de trescientas y tantas páginas que amenazaba con vivir en nuestra cómoda de noche y de día, unos diez u once meses. Imaginen nada más la influencia de este disco en nuestra vida.

Un álbum que contiene inimaginables y riquísimas canciones, en ritmos, ambientes y falso minimalismo (porque en realidad la producción se mira harto complicada y perfecta), que cada melodía podría ser el inicio de todo un álbum completo y diferente. No sé por qué, pero al escucharlo me ha venido a la mente el Magical Mystery Tour.
Curiosa idea, ¿no lo creen?

Imagen segunda, tomada de la liga:

Escucho:
Colors (album) | Beck

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