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miércoles, 28 de diciembre de 2011

Reflexiones de un fin de año

`Amor y verdad son las dos cosas de Dios. La verdad es el fin y el amor es el camino´.
Mahatma Gandhi

No dejo de sorprenderme de las diferencias que existen entre las ciudades y las regiones rurales. No hablo del avance urbano ni el grado de desarrollo arquitectónico, más bien me refiero a la parte humana, la ideología y la serie de costumbres y tradiciones que definen los estilos de vida que se dan en ambas.
En muchas ocasiones he comentado que mi vida se ha desarrollado siempre dentro de la ciudad, por lo que experimento una especie de fascinación por la vida en las comunidades pequeñas.
He tenido la enorme fortuna de visitar algunas de ellas y conocer personas hermosas que han compartido la esencia de estos sitios.
Cada experiencia de este tipo ha dejado en mí una huella indeleble que ha influido de maneras increíbles en la forma personal de captar y comprender la realidad.
Hace unas horas -tan solo- fui testigo de esa serie de circunstancias que definen la identidad de las personas, dentro de una comunidad, entretejiendo lentamente lo que llamamos memoria colectiva.
Es extraño captar y analizar los eventos como un elemento, como un sujeto o simple espectador externo, pero, gracias a las circunstancias de índole personal, pude vivir los hechos formando parte de ellos, en una postura y visión que rompió muchos esquemas, permitiéndome revalorar y enriquecer la manera de entender la realidad que me rodea.
Cuando observamos un hecho, y por hecho me refiero a la serie de acciones donde se ven involucradas una serie de personas que integran una respectiva sociedad, grupo humano o comunidad, que comparten un cúmulo de ideas y valores, normalmente juzgamos antes de siquiera entender o intentar explicar el hecho en sí. Imagino que es normal, ya que, como seres pensantes, interponemos nuestros propios valores a aquello que observamos o vivimos, en la gran mayoría de los casos, siendo incapaces de comprender la esencia, la verdad que dispara los eventos.
Hace algunas horas tuve una experiencia que me sacudió por completo.
Esta sensación la he ido experimentando al largo paso de los años, en dosis pequeñas y cortas, que lentamente han mermado mi entendimiento en el índole social.
Ahora que he vivido el evento desde dentro, mi mente y toda mi fría racionalidad captan la verdadera razón de la existencia de aquello que observo.
He quedado sorprendido, maravillado, y conmovido por la manera en que las tradiciones humanas van gestándose y consolidándose al paso del Tiempo.
Las personas que integran el evento no son conscientes -como yo tampoco lo era observando desde fuera, qué irónico- del alcance de aquello en lo que creen y fomentan con sus actos, unidos, comunitarios.
Esas pequeñas acciones, repetitivas año tras año, generan en las personas que viven la experiencia, un calor, una chispa humana que permite sentirse parte de algo mayor. Convivir con una serie de valores, en un inicio pequeños, que hace sentir bien a la comunidad, brindándole calor, fe, sentido e identidad. La participación social es indispensable, ya que es la llave para que la convivencia y la consolidación de determinadas costumbres permanezcan grabadas en las creencias de la gente, en ese sentir que determinadas acciones fomentan algo que identifica a un grupo de personas por algo más que la apariencia física o cultural.

La experiencia es indescriptible.
Este año, siendo la segunda ocasión en que recibo la hermosa invitación y se me acoge de una manera extraordinaria, experimento la verdadera esencia, conozco el motor real que mueve los engranes, de un hecho que inspira a parte de la comunidad entera.
Absolutamente todos los pequeños e insignificantes detalles cobran vida y poseen sentido.
Todas las acciones, las palabras, las actitudes son familiares, porque ahora formas parte de esa visión de mirar la panorámica, de ser un integrante de esa manera de soñar, de crear, de diseñar y de poner en marcha la perspectiva que ha sido dibujada antes en la mente de alguien más, y que posee el inapreciable deseo y objetivo de aportar algo al bienestar del conjunto.

He llegado tarde a casa. No he dormido.
No interesa.
El olor de la ciudad ahora me parece vano y vacío.
El olor de pueblo que se ha colado en mis ropas y en el ser entero tiene un cálido significado.

Todo lo que antes vi, desde la lejanía, tiene ahora completo sentido.
Agradecimiento sincero a la familia que existe detrás, a cada grupo de personas que integran esas familias, todas ellas, que, donde quiera que geográfica o temporalmente se encuentren, poseen una visión prospectiva de afianzar ese cariño y solidaridad familiar a la comunidad entera.
Y gracias a la familia en especial que hizo posible la visión que contemplé la noche anterior a la escritura de esta nota.
Te dije Luis Enrique, que todo se iba en la mente y en el corazón, documentado.
Lo siento, mi memoria es incapaz de olvidar lo vivido sensorial y espacialmente -lo sabes- y el corazón se niega a hacerlo.
Además, me has hecho sentirme parte de ello.
Ésas experiencias son las que generan radicales y profundos cambios en las personas que, como yo, olvidamos de repente el verdadero significado de nuestras frías y vacías vidas.

Escucho:
Teardrop / Massive Attack
Cross my mind / Everything but the girl
A different corner / George Michael
I will follow you into the dark / Death Cab for Cutie
Special cases / Massive Attack
H. K. Farewell [`Teenage Angst´ B-Side] / Placebo

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