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jueves, 16 de diciembre de 2010

Dentro del alma

En días pasados tuve oportunidad de visitar Edificio Central, en Abasolo, sede histórica de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Es bueno mirar cómo un edificio histórico aún mantiene encendido el espíritu de celebración y tradición mexicana en sus entrañas.

La nueva sede de Rectoría de esta Máxima Casa de Estudios es más seria y elegante. Imagino que es una dualidad entre dos etapas nuevas de la misma institución.

Así me siento.

Estas fechas son importantes por lo que representan para nosotros como seres humanos. El tiempo con los seres queridos, los abrazos y los buenos deseos. Son contados días donde nuestro espíritu y corazón se llenan de dicha y deseamos lo mejor -no importa lo que haya sucedido en el pasado- a las personas que nos rodean y que formaron parte de nuestro existir en el último año. Ese pasado nos define, pero no nos imposibilita a ser diferentes, nuevos, contemporáneos.

Personalmente he tenido un año de cambios de ciento ochenta grados, que me han transformado en una persona muy diferente a lo que solía ser antes del 2O1O que hoy agoniza. ¿Mejor… peor? No me gusta pensar en esos términos, sino sólo diferente.

Los últimos días de este año han sido una grandísima oportunidad -sorpresiva, por cierto- para recapitular todo lo acontecido. Hubo -ante todo- más reto y complicaciones existenciales, pero las últimas tres semanas han valido la pena, por su esencial contenido -breve, pero valioso- porque he encontrado una paz y serenidad infinitas que me han regresado con creces todo lo sufrido y lo perdido.

No sé si sean sólo las fechas, pero lo que he vivido junto a personas especiales y queridas, me hace reflexionar en torno a ese cambio del que hablaba en líneas anteriores. No sé si sea un cambio para bien, pero todas las personas que me rodean en este momento, sus sentimientos hacia mi persona y su acercamiento, me confirma que es el fin/inicio de una etapa de la que me siento contento, satisfecho y tranquilo.

Personas que pensé que se habían marchado. Algunas que me sorprendieron por su cariño, apoyo y su cercanía valiosa. Otras más, desconocidas, que han aportado años luz a mi existencia.

La mejor de las tradiciones no se encuentra en adornar [o dejar de hacerlo], intentando no dejar morir nuestras tradiciones. La verdadera tradición son los sentimientos verdaderos que guardamos, y que somos capaces de compartir honestamente con quienes se hallan a un costado nuestro, no importa la estación del año.

Gracias a quienes me han enseñado las lecciones más importantes en los recientes días. Sinceridad, comunicación. Apertura al cambio y la transformación.

Continúo aprendiendo sobre la marcha…

Escucho: Doorman / Stereophonics.

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